lunes, 19 de septiembre de 2011

Los toros y la disyuntiva

Revista Vanguardia
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Esteban Ortiz

Como es de conocimiento público, en la consulta popular realizada en mayo pasado se planteó una pregunta relacionada con la prohibición de celebrar espectáculos que tengan por finalidad la muerte del animal. Esta pregunta sesgada, supuestamente tenía como fin último suprimir la muerte del toro en los espectáculos taurinos. Curiosamente, tuvo un resultado adverso para el gobierno en todos los cantones taurinos del país donde ganó abrumadoramente el no, a excepción de Quito y Cayambe.

Si hacemos un análisis más detallado del contenido de la pregunta, podríamos argumentar que el fin de las corridas no es la muerte del animal, como sostienen con toda razón los galleros para defender su actividad. El fin de las corridas de toros está relacionado con la técnica, el arte, la estética, la ética y la emoción. Por eso, ni las peleas de gallos ni las corridas de toros son un espectáculo que tienen como fin la muerte del animal. Nadie en sus cabales va a una plaza de toros a ver una matanza. ¡Para eso está el camal! Es así que el fin último de las corridas de toros está relacionado con un espectáculo cultural que provoca emoción cuando un hombre se enfrenta a una bestia y produce estética a través de sus movimientos.

El fin de la puesta en escena radica en crear ese colorido espectáculo que los aficionados van a ver. Inclusive, el toro tiene la posibilidad de vivir si ha sido sumamente bravo. Justamente, el indulto del toro nos demuestra que el fin del espectáculo no radica en la muerte del animal.

Sin embargo, la forma como se ha interpretado esta pregunta tiene un claro sesgo político que va más allá de cualquier razonamiento. Existen inconstitucionalidades básicas que son pisoteadas. Además, hay decisiones judiciales internacionales que niegan la posibilidad de que a través de consultas populares se decida sobre ciertos derechos constitucionales inherentes a la persona. Es decir, en una consulta no se puede decidir (menos preguntar), por ejemplo, sobre las creencias religiosas de todos, definir democráticamente la sexualidad de la población o imponer ciertos hábitos culturales que son propios de minorías.

En vista de las circunstancias que estamos atravesando, cuando una expresión artística y cultural se cuela en el debate político por incomprensibles intereses gubernamentales, es necesario advertir que la moral individual y el pensamiento único sólo nos llevan a la incomprensión y al odio. En un país multicultural cuya riqueza está en la diversidad de las minorías, no es correcto que se quiera imponer ciertos gustos, sean o no de mayoría, dividiendo en este caso puntual a una ciudad maravillosa.

Los Concejales capitalinos y el Alcalde Barrera, resolvieron mantenerse al margen de una decisión que afecta directamente a la ciudad y sus habitantes. Evidentemente, prefirieron mantener una posición tibia frente al tema y su discurso fue de “tolerancia” frente a los resultados. Eso generó que el Presidente de Plaza y su equipo renuncien a su cargo. Si la posición del Alcalde y los Concejales hubiera sido tolerante, jamás se hubiera permitido meter la mano en una actividad cultural ancestral arraigada en Quito, aunque minoritaria al fin y al cabo. Tolerancia también significa proteger una actividad cultural que practica una minoría y salir en defensa de tantos quiteños que votaron por el respeto y la libertad de elegir presenciar un espectáculo público.

En vista de los resultados, el Municipio ha decidido hacer reformas a la denominada “Ordenanza Taurina” para poder acoplar la interpretación política que se le da a la consulta con la nueva realidad local. Sin duda, hasta la información que nos ha llegado al momento de escribir estas letras, los cambios planteados afectan exclusivamente a la regulación sobre la muerte del animal, eliminándola y manteniendo el resto del espectáculo intacto. Sin embargo, se quedaron sin Autoridades de Plaza y habrá que ver cuál es la posición del Municipio frente a la inminencia de la Feria.

De todos modos, este tipo de decisiones nos permiten reencontrarnos con una nueva fiesta de los toros, buena o mala habrá que ver, que deberá hacernos recapacitar sobre el futuro de la misma. De momento, la Feria de Quito se celebra este año en diciembre con el apoyo de figuras del toreo que entienden el significado de esta lucha. Si ellos apoyan el hombro, nosotros debemos hacer lo mismo como quiteños, para poder seguir defendiendo un espectáculo de masas apasionante.

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