jueves, 26 de mayo de 2011

Un estudio de la saliva desvelará los niveles de estrés y dolor de un torero.


ABC 24-2-2008

La ciencia y el toro se han tomado de la mano en el siglo XXI. Después de que Juan Carlos Illera, catedrático de Fisiología Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, desvelase el elevadísimo umbral de dolor del toro, ahora se ha propuesto un nuevo reto: estudiar el estrés al que se somete un torero en la corrida. «Los diestros suelen decir que su momento de mayor nerviosismo es en el patio de cuadrillas, pero nunca se ha investigado. Queremos comprobar su nivel de estrés en las distintas fases de la lidia y su mecanismo de dolor ante la cogida», señaló Illera. Y explicó cómo lo llevarán a cabo: «Analizaremos las muestras de saliva de varios toreros en la próxima Feria de San Isidro mediante la colocación de unas bolitas en la boca. En el caso de que sufriesen una cornada, se podría averiguar así su reacción ante el dolor». De esta manera, se conocerá científicamente cuál es el nivel de sufrimiento de esos hombres que parecen estar hechos de otra pasta. El profesor dio a conocer la puesta en marcha de este estudio ayer en la inauguración del II Congreso Taurino organizado por la Plataforma para la Defensa de la Fiesta.

Peor el transporte que la lidia

Illera centró su intervención en los niveles de estrés y dolor del toro, más elevados durante el transporte o en un festejo de recortadores que durante la lidia. Si se cuantifican las hormonas del eje adrenocorticotropo (ACTH y cortisol), libera menos, lo que significa que el ganado de lidia tiene una mejor respuesta al dolor en las diversas suertes. «Es mucho mayor que la de cualquier animal. A los pocos segundos de recibir la puya, ya tiene bloqueados los receptores del dolor. De ahí que ataque de nuevo al caballo». También resaltó que el dolor de un toro en una corrida portuguesa es «superior, debido a que tras la faena le esperan horas de transporte hasta el matadero, muchísimo más duro que estar en el ruedo». Además hizo otra sorprendente revelación científica: «El tálamo del toro aumenta hasta un 19,34%, más del 50 por ciento que en otro animal, con lo que su respuesta frente a cualquier estímulo doloroso es mayor». Todos estos exámenes se ampliarán en San Isidro con la colocación de microchips en varios ejemplares de distintas ganaderías, que permitirán averiguar también las diferencias entre unos encastes y otros.

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