jueves, 22 de noviembre de 2007

El capote del árbol del amor/ Antonio Burgos




Por Antonio Burgos

Las cercas de pizarra, las encinas, los jarales callados con breves flores blancas... Estaba la mañana hermosa el otro día abriendo en los cerrados donde pastan los toros herrados con la uve que fuera de Veragua. Los vaqueros ya vienen, entre voces, arropando cencerros de cabestros ocho toros que son para Sevilla. "Lo Alvaro" se llama este prodigio de silencio tan hondo, frío del norte, pellizas y gorrillas tan toreras, con una silueta que en su plata va rezando a la Virgen del Rocío. Esquilones ya suenan a lo lejos, detrás de las encinas, por medio de la jara y la chumbarba, donde el tomillo huele y el romero azulea con flores como espejo de este cielo de sierra sevillana.

Entre jaras y encinas, ya vienen esos toros de Sevilla. La talanquera le da como un abrazo o quizás un adiós de despedida. Entre ellos va uno negro. Fue el que herraron con un 5 un día ya le lejano, y en sus lomos le pusieron dos veces siete, número de cábala. Los libros de la casa registraron su nombre: "Parlanchín". Y viene ahora, ya callada la voz de los vaqueros, el mayoral abriendo laberintos en forma de corrales que se cierran, de cabestros que vuelven al silencio. Los pájaros que cantan certifican que el tiempo ya no existe cuando ahora a "Parlanchín" lo suben del chiquero a un camión y una puerta echa su suerte.

He recordado ahora la mañana de jara y de silencios entre pájaros, cuando embarcaban toros en casa de Juan Pedro. En esta tarde histórica que acaba, o mejor, cuando empieza la leyenda, he recordado cerca de este río, en esta plaza abierta de Sevilla, las jaras y el silencio de "Lo Alvaro", la voz de los vaqueros, las pezuñas de "Parlanchín" subiendo hacia su encierro. Y he sabido que el toro lo sabía. Que los pájaros cuentan en "Lo Alvaro", historia a los toros, como nanas. A "Parlanchín" acaso le dijeron: "Cuando abra la jara y el romero refleje con sus flores el celaje, te llevarán un día hasta Sevilla. Verás que allí se abre, poderoso, un capote tan breve como un cante, de rosada color, como las flores del árbol del amor, que ha florecido en el Parque y en el alma sin tiempo de ese hombre que te recibirá solemnemente, sacerdote de un rito renovado, vencedor de reloj y de la vida, que acaba de empezar como quien dice, pues sabrás "Parlanchín" que en su capote, tan pálido, tan rosa, tan suave, las flores del amor son las que lleva. Lo demás, ya no importa. En tu embestida la historia escribirás, serás el toro con el que Curro hizo aquella tarde que el reloj se parara y que hasta el tiempo se detuviera sólo para verlo como ahora te mete la muleta, igual que te ha mecido despacito, siempre despacio, templa tu embestida, que sabrás "Parlanchín" que te torea Sevilla misma con vestido verde. Cumplirá, "Parlanchín", los viejos ritos, del arte, del compás, de la candencia, del aroma que tiene toreando. Igual que en el capote rosa pálido has recordado el monte y el romero, en la muleta sigues el recuerdo del silencio del campo entre las jaras. De lo demás, ay, toro, no te digo. Alcanzarás la gloria de Sevilla. Con la voz del tomillo dice el campo que te ve galopar con los vaqueros: Tus orejas, ay, toro de Juan Pedro, están ya florecidas de romero cuando el silencio lento de la jara echa la suerte en forma de capote."

Eso cuentan los pájaros del campo. En Sevilla esta tarde dice el Parque que el árbol del amor ha florecido en el breve capote de Romero. Aún están los vencejos contemplando la verónica más lenta y duradera del vencedor del tiempo. Enamorado.

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