miércoles, 21 de noviembre de 2007

Camarón y Manzanares: los encuentros de la grandeza/ Nochetriste



Por Nochetriste
http://nochetristenochetriste.blogspot.com

Encontré en un archivo cibernético una foto en la que sentados, esperaban por mi emoción, José María Manzanares y José Monge “El Camarón de la Isla”.
El primero debe ser uno de los tres toreros que más emoción me han provocado con el arte que derramaba en la plaza de toros y el segundo quien, a mi modesto y casi iletrado criterio, llevó el flamenco a sus mayores alcances.
Pero la foto no merece ser comentada por el cante, o el toreo que derrama. De la imagen me sorprende que en un mundo desarrapado como el que vivimos, la grandeza, el arte, la sensibilidad y el sublime pensamiento terminen por juntarse.

No existen imágenes que cuenten los encuentros de Tomás Moro y Erasmo de Rótterdam, íntimos amigos, y feroces oponentes en los canales de pensamiento que construyeron en su época. De “Utopía” de Moro a “Elogio a la Locura” de Rótterdam, hay un mundo de distancia, a pesar, tanto de la importancia de ambas obras para el devenir histórico de nuestra historia occidental, como de que en el segundo libro citado la dedicatoria verse a favor del autor del primero.
Tampoco conozco fotografías del amor entre Martín Heidegger y Hanna Arendt, ¿Será acaso porque el primero permitió que su importancia filosófica solape el vergonzoso episodio nazista que persiguió a Arendt, una de las más grandes teóricas de la democracia que hoy conocemos?

De lo que sí nos queda registro, al menos escrito, es del viaje de Julio Cortazar y Carlos Fuentes a casa de Milan Kundera a propósito de “la primavera de Praga”. En una de las obras más deliciosas del autor mexicano, llamada “los 68”, uno de los tres episodios relatados por el autor recrea ese viaje permitiéndonos a los lectores adentrarnos en acaso tres de las mentes literarias, y porqué no políticas, más lúcidas de la segunda mitad de siglo XX.

A José María Manzanares y José Monge “ El Camarón de la Isla” no los conoce el mundo, como seguramente sí a Tomás Moro, Hanna Arendt, Julio Cortazar o Milan Kundera. Yo, que pertenezco a ese mismo mundo, en el que pocas veces me reconozco, tengo la suerte de no conocer su personalidad, ni los excesos mundanos que dice la gente unía fraternalmente al torero y al cantaor. Lo que yo siento al ver sus rostros en la imagen es el gemido del cante hondo de Manzanares en cada una de las medias que ha dibujado en el tiempo, y la profundidad, clase y compás de Camarón en el paso evolutivo que marcó en el Cante Flamenco- acaso lo heredó de su voluntad de ser torero en la infancia-.
Lo que pido para mi siguiente vida, es ser uno de esos fantasmas, que dicen vivir entre nosotros sin que los podamos ver, para así buscarme un lugar en uno de los tentaderos de becerras que dicen juntaban a un Camarón toreando y un Manzanares cantando, o al menos el fotógrafo que debe haber compartido con ellos momentos que envidio y no sanamente

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